Cuando todo ya no tiene importancia, empezás a marchar en primera en tu cabeza y no a mil como antes.
Seguís con ese bicho que te pica la cabeza... de vez en cuando te hace pensar en las cosas que te maquinan de esa manera tan rara y malévola que no se puede imaginar.
Pero, en resumen, terminás atando esos pequeños cabos que lanzan las personas que les importás y te dan consejos para que pienses, o mejor dicho... dejes de pensar. Es irónico pero es así.
Vos no lo podés controlar porque te controla tu cabeza. Es todo un círculo vicioso, es psicológico.
